Seguro que en alguna ocasión te has sentido desmotivado, sin ganas de hacer nada. Y en algún caso, cuando te has puesto a hacerlo lo has hecho con escasa motivación, sin ningún tipo de interés ni ilusión, actuando prácticamente como si fueras un robot.
Pues bien, ese sentimiento que como digo la mayoría de nosotros hemos sentido alguna vez es la APATÍA.
Por definición, la apatía es la falta de motivación, emoción o entusiasmo. Es un término psicológico para un estado de indiferencia, en el que un individuo no responde a aspectos de la vida emocional, social o física.
Una persona con apatía no se plantea metas, carece de iniciativa y deja de mostrar interés por aquellas actividades que antes le gustaban. Además su rendimiento cognitivo disminuye mostrando una respuesta afectiva escasa, le da igual lo que pueda o no ocurrir a su alrededor.
En el caso de las demencias, y en concreto en la Enfermedad de Alzheimer, la apatía es el trastorno de comportamiento más frecuente por delante de problemas como la agitación, la ansiedad, los enfados, las agresiones y además es un indicativo de que algo está pasando, siendo a menudo el primer signo de demencia.
Su presencia también ayuda a sobrecargar al cuidador. Muchos de vosotros nos contáis en la asociación como vuestro familiar no quiere hacer nada, o no hay nada que le interese, causando una enorme frustración al pensar que la persona enferma no pone de su parte o no quiere ayudar.
Aquí hay que tener muy claro que la apatía no responde a una falta de voluntad, a un no quiero hacer nada, sino que forma parte de la enfermedad y es otro de sus síntomas.
¿Cómo se comporta una persona con apatía? Relación con las actividades de la vida diaria.
Como terapeuta ocupacional la apatía está estrechamente ligada con la realización de las actividades de la vida diaria, dificultando su desempeño.
Y es que esa falta de iniciativa puede verse reflejada cuando el cuidador debe decirle al enfermo todo lo que tiene que hacer, ya que sino éste se pasaría el día entero tumbado sin decidir nada por él mismo.
O cuando le pedimos que se lave o que se vista pero a pesar de haber comenzado con la actividad, deja de hacerla sin haber terminado, necesitando un estímulo constante por parte del cuidador para que realice la actividad de forma adecuada. Esa poca persistencia que le lleva a dejar las tareas a medias también puede ser culpa de la apatía y es realmente agotadora.
Nada parece interesarle, todo parece resultar indiferente. No muestra alegría, ni tampoco tristeza y su implicación en las conversaciones disminuye, incluso llegando a aislarse socialmente.
Entonces, ¿cómo podemos ayudarle?
Su tratamiento es complejo y aunque existen medicamentos que podrían ayudarnos, siempre será el médico el que prescriba el tratamiento farmacológico más adecuado. En cuanto al tratamiento no farmacológico, y como terapeuta ocupacional, podemos tener en cuenta los siguientes aspectos:
Evitaremos hacer comentarios sobre su falta de actividad e interés ya que no es más que una crítica que poco va a ayudarnos en el proceso.
En vez de criticar, intentaremos felicitarle por lo que ha conseguido hacer (aunque no lo haya terminado) y tendremos en cuenta que al menos lo ha intentado.
Pediremos que colabore en tareas sencillas, de un nivel de exigencia bajo. Actividades y tareas que sepamos que por su nivel cognitivo va a ser capaz de desarrollar sin grandes dificultades. Podemos dividir la actividad en tareas e ir pidiéndole que las realice de una en una. Es decir, ponte la camiseta, después ponte el pantalón, en lugar de vístete. Intentaremos que poco a poco ese nivel de exigencia vaya aumentando. El establecer una rutina diaria también va a ayudarnos a que la actividad se desarrolle con mayor facilidad.
Intentaremos fomentar sus relaciones sociales y su conexión con el entorno estimulando que participe en actividades que anteriormente le gustaban y que sean fáciles de realizar. Deberemos proponerle cosas, le ayudaremos a iniciarlas guiándole en el proceso, pero siempre sin forzar, sin olvidarnos que su poca o escasa implicación forma parte de la enfermedad.
Evitaremos juzgarle por su despreocupación, por su falta de afecto, sin dejar de mostrarle el nuestro hacia él.
Y es que si aceptamos que la apatía forma parte de la enfermedad y dejamos de verlo como un “no quiere hacer nada” “es un vago” estaremos mejorando la calidad de vida del enfermo y también la nuestra como cuidador.
Rocío Ramos Santos
Terapeuta Ocupacional de AFAMSO