Todos sabemos que alimentarnos es una actividad diaria que cubre una necesidad vital. Además comer y beber son actos sociales ya que a todos nos gusta reunirnos con nuestra familia o amigos alrededor de la mesa.
Por lo tanto, cuando nos encontramos con alteraciones en estas actividades tenemos que tener en cuenta que no solo estamos ante un problema de salud sino también de carácter social.
El objetivo de este artículo es dar a conocer la disfagia, cuáles son los signos y síntomas a los que debemos prestar atención y qué sucede si nos encontramos ante su diagnóstico.
¿Qué es la deglución?
La deglución es el suceso por el que los alimentos tanto sólidos como líquidos pasan desde la boca hasta el estómago. Para que se realice es necesario que se den una serie de actos tanto voluntarios como involuntarios.
Hay que tener en cuenta que la deglución es uno de los procesos de coordinación más complejos de nuestra fisiología ya que el paso de los alimentos se realiza por varios conductos que tienen que estar coordinados entre sí y además participa nuestro cerebro, nervios y unos 30 músculos de nuestra cara, boca y garganta. Uno de estos conductos sería la faringe por donde pasan no solo los alimentos sino también el aire. Para evitar la entrada de alimento a la vía respiratoria y que se produzca lo que se llama “aspiración” de alimento, la respiración se debe interrumpir en el instante en que el alimento pasa por la faringe.
¿Qué es la disfagia?
La disfagia es el término técnico que se refiere a la alteración para la deglución, en otras palabras sería la dificultad para tragar. Comprendería de cualquier problema que aparece desde la introducción del alimento (comida, líquido o medicamento) en la boca hasta su llegada al estómago.
Hay distintos tipos de disfagia, dependiendo de la zona en la que se origine y también dependiendo de qué enfermedad o alteración la esté provocando.
Signos y síntomas de disfagia.
Hay un listado amplio de síntomas que podrían indicarnos la presencia de una disfagia. Los más recurrentes serían:
- Babeo o moqueo en el momento de la alimentación.
- Pérdida de peso y de masa muscular.
- Deshidratación.
- Atragantamientos repetidos.
- Falta de apetito.
- Carraspeo frecuente.
- Tos durante o después de la ingesta.
- Presencia restos de comida en la boca.
- Voz débil o húmeda tras la ingesta.
- Fiebre de repetición sin causa aparente.
Ante cualquiera de estos síntomas es muy importante que se acuda al médico que será quién pueda determinar si nos encontramos ante una disfagia o no.
¿Qué consecuencias puede tener una disfagia?
Al ser un trastorno de la alimentación, lo que suele conllevar es la desnutrición, la deshidratación, el aislamiento social y la pérdida de calidad de vida.
No obstante, cabe destacar que la consecuencia más grave sería la aspiración de alimentos, que sucede cuando estos pasan a las vías respiratorias pudiendo provocar una neumonía por aspiración.
Tengo disfagia, y ¿ahora qué?
CAMBIO DE DIETA:
Seguramente una de las primeras pautas que nos dará el especialista medico será un cambio de dieta, adaptándola para asegurar un buen estado nutricional sin riesgos ni problemas asociados.
Para ello se buscará entre los distintos tipos de texturas de los alimentos el más indicado para cada caso:
COMIDA SÓLIDA: | LÍQUIDOS: |
Puré liso Solido blando Sólido en pequeños trozos Comida con su textura normal | Textura tipo pudding (espeso) Textura tipo miel Textura tipo néctar Textura totalmente líquida |
Las texturas de los líquidos se podrán conseguir a través de distintos polvos espesantes y siempre bajo el asesoramiento de un profesional que indique qué producto debemos usar y qué textura sería la más adecuada en cada caso.
CONTROL DEL ENTORNO:
Otra recomendación será manejar y adaptar el entorno donde comemos y así conseguir un ambiente relajado con pocas distracciones. También es importante disponer de tiempo suficiente para evitar las prisas.
POSTURA:
La mejor posición para comer es sentada, cabeza recta, tronco recto y un buen apoyo. Si tiene que estar en cama, incorporado 60º/80º.
Después de comer es recomendable estar unos 20 o 30 minutos sentados para evitar que pueda haber reflujo, y siempre tendremos que lavarnos la boca para eliminar posibles restos y prevenir infecciones.
En el caso de que seamos nosotros lo que demos de comer a la persona afectada, nos sentaremos a su misma altura para evitar que tenga que levantar la cabeza ya que esta posición dificulta la deglución. Llevaremos la cuchara en posición horizontal y de frente a la boca.
ALIMENTO:
Ciertas cuestiones como la temperatura afectan a la deglución, por lo que se suele aconsejar alternar alimentos fríos y calientes.
Muy importante cortar los alimentos en trozos pequeños y no llenar demasiado la cuchara. Prescindir del uso de pajitas para beber ya que aumentan el riesgo de aspiración.
Evitar los alimentos que tienen texturas de riesgo:
- Alimentos que combinen textura liquida y sólida (sopas con fideos, leche con cereales, yogures con trozos…)
- Alimentos pegajosos (miel, caramelos masticables, bollería…)
- Alimentos que desprenden agua al morder (melón, sandía, pera de agua…)
- Alimentos fibrosos (piña, lechuga, espárragos…)
- Alimentos con pieles, semillas, espinas, huesecillos, tendones… (uvas, tomate, guisantes…)
- Alimentos que se dispersan o desmoronan en la boca (magdalenas, patatas fritas, biscotes…)
- Alimentos duros y secos (frutos secos, pan de cereales….)
La disfagia es una alteración a tener muy en cuenta por su importancia en una actividad básica de nuestra vida como es la alimentación o la sociabilización de quien la padece.
Por tanto, debido a su gran repercusión en la salud y calidad de vida de la persona, la detección precoz y una intervención profesional desde los primeros momentos de la aparición del problema son primordiales.
Elena Rodríguez Moya
Terapeuta Ocupacional de AFAMSO